Como la religión que casi es, el basket para los estadounidenses es un asunto que admite poca broma, y se intenta no dejar ningún cabo legal suelto.
Las apuestas deportivas, en el país de Las Vegas, pueden ocasionar problemas indeseados y, por ello, las reglas de la NBA son claras: los jugadores tienen terminantemente prohibido participar en apuestas que conciernan a los partidos de la NBA o tratar de influir en el resultado de los enfrentamientos con cualquier arma que no sea sus propios méritos. Es una regla lógica, que también se aplica al resto de ligas norteamericanas, como la NHL o la NFL. Si consideramos que el juego y las apuestas tienden a ser especialmente atractivas para la gente de dinero (y los jugadores lo son, casi más que nadie), y que la NBA es el ocio preferido de casi todo el país, tenemos como consecuencia a muchísimos millonarios, los jugadores, privados del placer de apostar en lo que a todo el mundo le gusta hacerlo.
Con este panorama, no son de extrañar algunas noticias que han surgido en los últimos meses, como los 30.000 dólares por hora que se gastan los jugadores de la NBA en las timbas de cartas que juegan en los aviones entre partido y partido. O la pre-concentración que hizo el Dream Team en Las Vegas, antes de viajar a los Olimpiadas de Pekín, alojándose con nombres como Bob Esponja o Bruce Wayne (Batman). El lado del juego lo representa el árbitro Tim Donaghy, acusado por el FBI de apostar en partidos de basket que él mismo había dirigido. Pero una vez más preferimos quedarnos con el sentido del humor de Dennis Rodman y sus excéntricas colaboraciones con los casinos online.